Jonathan Franzen: Great American Novelist
Jonathan Franzen (Chicago,
Illinois, 17 de agosto de 1959) es un escritor estadounidense, que saltó a la
fama en 2001 con su novela Las correcciones, ganador del National Book Award y
que ha vendido 2.8 millones de ejemplares en el mundo. La ciudad veintisiete,
su primera novela, apareció en 1988 y tuvo buena crítica. Cuatro años más tarde
publicó Movimiento fuerte. En 2001 publicó Las correcciones. Otros 9 años
pasaron antes de que apareciera su cuarta novela, Freedom, calificada de
"obra maestra por el Sunday Book Review del New York Times.
Franzen, aunque nacido en
Chicago, creció en Webster Groves,
Misuri. Estudió en Swarthmore College y también en Alemania. Actualmente
escribe para la revista The New Yorker , vive con su novia Kathryn Chetkovichy
pasa la mayor parte del año en el Upper East Side de Manhattan, Nueva York, que
se encuentra ubicado entre el Central Park y el río East River y . Es uno de
los barrios de mayor prestigio de la ciudad de Nueva York. Situado en la mitad
este de la isla de Manhattan, este barrio acoge a los neoyorquinos más
adinerados. En la Quinta Avenida y Park Avenue se encuentran algunos de los
apartamentos más caros de la ciudad. La Quinta Avenida es, además, una de las
principales calles comerciales de la ciudad, en la que se concentran las
mejores firmas de ropa, joyería y artículos de lujo y algunos de los más
importantes museos de Nueva York, como el Metropolitan Museum o el Museo
Solomon R. Guggenheim. Pero él y su novia, la escritora Kathryn Chetkovich,
vive en el Upper East Side de Manhattan durante la mayor parte del año y pasa
los veranos en una casa en Santa Cruz, California.
Algunos de los temas fetiche del
escritor son: su infancia en el Medio Oeste, la intimidad, el asedio de la
tecnología a la esencia de la condición humana, la crítica literaria como
rescate de autores olvidados (y casi siempre femeninos) o esa obsesión suya por
la conservación de las aves, compartida por un par de personajes de Libertad.
Las principales referencias literarias
son las novelas del siglo XIX “Siempre
voy a las grandes novelas del siglo XIX como uno de los modelos más aptos. Me
encanta sumergirme y volver las páginas, empezando con Dostoievsky y siguiendo
con Proust, Thomas Hardy y Faulkner. Algunas novelas de Bellow lo logran
también. Soy un fanático de William Faulkner, el tipo que estuvo en el momento
justo y en el sitio indicado para crear esos libros increíbles. Aunque estén
enraizados en el pasado, en los personajes de Faulkner siempre aparecen las
ansiedades contemporáneas sobre la clase social, la cuestión racial y la
sexualidad con una modernidad impresionante. En los alemanes modernos, todas
las cuestiones psicológicas, esa materia profunda, sale a la superficie. Me
interesan esos modelos para describir el paisaje social. Y lo hago porque puedo
y me divierte mucho, no porque me proponga ser espejo de la realidad.”
En relación con su novela Libertad (Freedom) expone a continuación el
significado personal de la palabra libertad: “Y a mí me cuesta muchísimo hablar de la libertad en abstracto… Hay una
dimensión muy cruda de la libertad en el sistema de consumo expuesto
salvajemente en mi país. Se afirma que la única libertad que nadie puede
quitarte es la de elegir entre numerosas variedades de un mismo producto. La
libertad que maneja Hegel, que empieza en la necesidad, es completamente
distinta. Yo deploro la idea superficial de libertad empleada para vendernos
cosas, o usada para publicitar una mala política exterior. El epítome de esa
libertad es el automóvil, centro de la cultura estadounidense que nos esclaviza
y símbolo supremo de las elecciones. La tecnología digital puede ser su
prolongación. Pero si uno mira la vida real de la gente, la ve oprimida y
atrapada por esas decisiones y esos bienes supuestamente liberadores. Cuando
uno analiza esa forma espuria de la libertad, ve que el primerísimo factor que
la obstaculiza es la familia. Estamos esposados a una familia, es lo único que
no elegimos. Eso duele, claro, porque hoy todos tenemos el impulso adolescente
de ser libres de reinventarnos cómo se nos ocurra y la familia nos plantea un
obstáculo y una frustración.”
Sin embrago, para Franzen esta
libertad es similar y diferente en su país natal, los Estados Unidos, donde la
libertad es un emblema nacional tan poderoso como su bandera, y en el resto del
mundo occidental: “Es parecido en todo
Occidente pero sí creo que un francés o un alemán sienten que hay límites en su
nacionalidad. Si algo caracteriza a los EE.UU. es la ausencia absoluta de un
límite semejante, digamos, de lo “nacional”. Aquí uno puede ser lo que se le
antoje. Los europeos, en cambio, han vivido muy cerca unos de otros por siglos
y saben bien que uno no puede tener ni ser cualquier cosa que se le ocurra. Al
final del día es inexorable que un francés se sienta… un francés. Esto no
necesariamente es malo. Cuando miramos los estudios que miden la “felicidad
relativa” en cada país, los EE.UU. ranquean muy bajo. Es un dato chocante en un
país que promociona tanto la palabra libertad; es toda una refutación de que
ésta nos hace felices.”
Una de las características de las
novelas de Franzen es su interés por retratar el espíritu de la época
contemporánea y su defensa de la novela como medio adecuado para presentarla, “la superioridad de la novela consiste en
que permite descomponer una misma historia desde innumerables ángulos. Esto no
es tan fácil de lograr en un cuento o en una película de una hora y media […]No
creo que sea el único(medio) pero sí que sus desventajas son sólo aparentes. Lo
que en principio representaría la desventaja absoluta de la novela para
contener la época, es decir, que lleva un largo proceso escribirla –y el
escritor vive preocupado porque el tiempo está corriendo y se adelanta mientras
él sigue estancado estérilmente en resolver tal o cual detalle nimio, ¡llegará
tarde con su obra!–, paradójicamente es su ventaja rotunda. En el aislamiento
de la escritura, al dejar que sólo un rayo mínimo de actualidad entre en el encierro,
se percibe mucho más que cuando uno anda por ahí afuera escribiendo blogs,
twitteando y mirando TV todo el día. Aquellos que viven inmersos en el presente
tienen mucha mayor dificultad para atender a lo que de verdad está pasando. La
novela no sólo es de escritura lenta; también exige gran cantidad de tiempo del
lector, eso da la oportunidad de tomar distancia de nuestra acosadora cultura
del presente”.
No es muy positiva la visión que
Jonathan Franzen tiene de las nuevas tecnologías y su influencia sobre el ser
humano “Internet opera tan al minuto que no da tiempo a pensar. Nunca
vi una obra de arte superior salida de Internet, sino piezas que son
colaterales o derivadas de algo genial que se gestó fuera de la red. Nunca crea
algo a partir de la nada, sino que crea a partir de pequeños retazos de un
montón de cosas. Lo que no quiere decir que no emplee Internet. ¡Internet no
fabrica nada! Es otra distracción, un mecanismo que fragmenta la vida de la
gente y le impide concentrarse. A mí me preocupa cómo construir un libro que la
derrote. Hoy tenemos el imperativo, como nunca, de crear historias atrapantes.
La adhesión del lector ya no es automática; debemos encontrar procedimientos
para recrear nuestro oficio obsoleto.”
Cuenta su leyenda que, en una habitación
con las ventanas tapadas para evitar distracciones, fue donde escribió gran
parte de Libertad, sin teléfono y sin Internet. Es bien conocida la resistencia
de Franzen a los avances tecnológicos. ¿Tanto le molesta el progreso? “Teniendo
en cuenta ese universo de enlaces de Twitter, herramienta sobrevalorada, que
apuntan a textos que nadie ha leído ni piensa leer y fotos de gente desayunando
y comunicándolo en 140 caracteres; teniendo en cuenta el océano de información
defectuosa; considerando plagados de errores los artículos de la Wikipedia y
que la crítica de los productos culturales ha muerto a manos de las reseñas de
los consumidores, de las cuales un tercio o más son inventadas, me resulta
imposible no colocarme en el coro de los críticos de Internet y de las redes
sociales por su trivialidad, inexactitud y su estúpida retórica del progreso
que acabará por hacer de este mundo un lugar maravilloso”.
Preguntado por los aspectos del
ser humano que más le interesan bajo la vida actual y que ha intentado plasmar
en sus novelas: "Que la infancia se haya abreviado tanto me
intriga, por ejemplo. Hoy la adolescencia comienza a los 10 años y se prolonga
casi hasta los 70 en términos de auto percepción significa tener cincuenta años
y vivir inmerso en una cultura mayoritariamente fabricada para consumidores de
19 años, desde Internet y los videojuegos hasta las películas, etc. Esas son
preguntas que me apasionan, son las que se hacen los escritores y seguirán
siendo noticia en el futuro. E intento dar respuestas a estas cuestiones a
través del estudio de mis personajes. Es muy difícil y lleva tiempo crear
personajes complejos que, al mismo tiempo, sean queribles; esto siempre supone
confrontar la vida fragmentada y hueca de nuestra cultura electrónica con un entretenimiento
que les recuerde a los lectores la verdadera complejidad, la plenitud y las
contradicciones de sus vidas. “
Es conocida la batalla dialéctica
que tanto Franzen, como su difunto amigo David Foster Wallace mantenía en vida.
Ambos se conocieron a finales de los ochenta, cuando aspiraban a cambiar la faz
de la narrativa estadounidense. Wallace lo logró por la vía de la
experimentación y el tormento. Franzen siempre jugó en el equipo del realismo
(“histérico”, lo definió el crítico James Wood). En su marcador figuran tres
novelas, unas memorias fragmentadas y un fenómeno cultural terminado tras aquel
suicidio y llamado Libertad (Salamandra), un novelón de los de antes sobre
asuntos de los de ahora. El libro se convirtió en un best sellermundial, colocó
por primera vez en una década a un escritor en la portada de la revista Time e
introdujo en la conversación colectiva cuestiones como la capacidad (o
incapacidad) de un texto literario, lento y reflexivo por definición, para
hablar de los problemas de la vertiginosa sociedad de la información.
La afición principal de Franzen
es la observación de aves, una afición que asumió después de las
correcciones. Su pasión por las aves se cuela también por los amplios
ventanales del apartamento de Manhattan.
La observación de aves no es
mucho en Moss Landing. Pero mientras la tarde avanza y los retiros de agua, una
multitud de pequeñas aves llega a la fiesta en las aguas poco profundas-Franzen
me pasa los prismáticos para poder admirar.
Pero ni siquiera Franzen puede
observar aves todo el tiempo. "Hubo un par de años cuando pude disfrutar
de una jornada de trabajo e ir a observar aves" él dice, "seguido por
algunos años en los que me di cuenta de eso porque mi propósito en la tierra
parece ser la de escribir novelas, soy realmente libre cuando estoy encadenado
a un proyecto: libre de la culpa, la ansiedad, el aburrimiento, la ira, la
falta de propósito "
Las aves se supone que es
libre pero cuando Franzen mira, eso no es lo que ve. Las aves no son libres.
Tienen trabajo que hacer - comer, reproducirse, volar, cantar - y lo hacen. No
están paralizadas por la auto-conciencia o indecisión. Cuando Franzen ve a las
aves,se ve a sí mismo en su mejor momento, que es en el trabajo, el trabajo
miserable, en su oficina alquilada, tabaco de mascar, gritando hasta quedarse
ronco. Las aves no se van de vacaciones, y tampoco él lo hace.
“Siempre pienso que algún día
me hartaré de buscar pájaros, pero no acaba de llegar ese momento”, explica Franzen. “Lo más terrible de ser novelista en un
mundo de veloces cambios es que no se puede reaccionar en la ficción a lo que
pasa cada día, aunque aún creo que la novela como forma artística es
insuperable para explicar lo que sucede en nuestro fuero interno. La no ficción
se parece al avistamiento de pájaros: si esperas lo suficiente, entonces
aparece la historia”.
Extractos obtenidos de la entrevista de la revista Time y del periódico el País.
Conclusiones sobre su
personalidad:
- Preocupado por la vertiginosa
sociedad de la información.
- Crítico de Internet y de las redes sociales por su trivialidad e
inexactitud.
- Obsesión por la conservación de
las aves, compartida por un par de personajes de Libertad.
- Personaje interesado en salvaguardar
su intimidad.
- Interesado en describir el
paisaje social utilizando modelos como: las ansiedades contemporáneas sobre la
clase social, la cuestión racial y la sexualidad.
- Preocupado por retratar el
espíritu de la época contemporánea y su defensa de la novela como medio
adecuado para presentarla.