miércoles, 28 de noviembre de 2012

Hábitat refugio Jonathan Franzen



Jonathan Franzen: Great American Novelist



Jonathan Franzen (Chicago, Illinois, 17 de agosto de 1959) es un escritor estadounidense, que saltó a la fama en 2001 con su novela Las correcciones, ganador del National Book Award y que ha vendido 2.8 millones de ejemplares en el mundo. La ciudad veintisiete, su primera novela, apareció en 1988 y tuvo buena crítica. Cuatro años más tarde publicó Movimiento fuerte. En 2001 publicó Las correcciones. Otros 9 años pasaron antes de que apareciera su cuarta novela, Freedom, calificada de "obra maestra por el Sunday Book Review del New York Times.




Franzen, aunque nacido en Chicago, creció en Webster  Groves, Misuri. Estudió en Swarthmore College y también en Alemania. Actualmente escribe para la revista The New Yorker , vive con su novia Kathryn Chetkovichy pasa la mayor parte del año en el Upper East Side de Manhattan, Nueva York, que se encuentra ubicado entre el Central Park y el río East River y . Es uno de los barrios de mayor prestigio de la ciudad de Nueva York. Situado en la mitad este de la isla de Manhattan, este barrio acoge a los neoyorquinos más adinerados. En la Quinta Avenida y Park Avenue se encuentran algunos de los apartamentos más caros de la ciudad. La Quinta Avenida es, además, una de las principales calles comerciales de la ciudad, en la que se concentran las mejores firmas de ropa, joyería y artículos de lujo y algunos de los más importantes museos de Nueva York, como el Metropolitan Museum o el Museo Solomon R. Guggenheim. Pero él y su novia, la escritora Kathryn Chetkovich, vive en el Upper East Side de Manhattan durante la mayor parte del año y pasa los veranos en una casa en Santa Cruz, California.




Algunos de los temas fetiche del escritor son: su infancia en el Medio Oeste, la intimidad, el asedio de la tecnología a la esencia de la condición humana, la crítica literaria como rescate de autores olvidados (y casi siempre femeninos) o esa obsesión suya por la conservación de las aves, compartida por un par de personajes de Libertad.


Las principales referencias literarias son las novelas del siglo XIX “Siempre voy a las grandes novelas del siglo XIX como uno de los modelos más aptos. Me encanta sumergirme y volver las páginas, empezando con Dostoievsky y siguiendo con Proust, Thomas Hardy y Faulkner. Algunas novelas de Bellow lo logran también. Soy un fanático de William Faulkner, el tipo que estuvo en el momento justo y en el sitio indicado para crear esos libros increíbles. Aunque estén enraizados en el pasado, en los personajes de Faulkner siempre aparecen las ansiedades contemporáneas sobre la clase social, la cuestión racial y la sexualidad con una modernidad impresionante. En los alemanes modernos, todas las cuestiones psicológicas, esa materia profunda, sale a la superficie. Me interesan esos modelos para describir el paisaje social. Y lo hago porque puedo y me divierte mucho, no porque me proponga ser espejo de la realidad.”



En relación con su novela  Libertad (Freedom) expone a continuación el significado personal de la palabra libertad: “Y a mí me cuesta muchísimo hablar de la libertad en abstracto… Hay una dimensión muy cruda de la libertad en el sistema de consumo expuesto salvajemente en mi país. Se afirma que la única libertad que nadie puede quitarte es la de elegir entre numerosas variedades de un mismo producto. La libertad que maneja Hegel, que empieza en la necesidad, es completamente distinta. Yo deploro la idea superficial de libertad empleada para vendernos cosas, o usada para publicitar una mala política exterior. El epítome de esa libertad es el automóvil, centro de la cultura estadounidense que nos esclaviza y símbolo supremo de las elecciones. La tecnología digital puede ser su prolongación. Pero si uno mira la vida real de la gente, la ve oprimida y atrapada por esas decisiones y esos bienes supuestamente liberadores. Cuando uno analiza esa forma espuria de la libertad, ve que el primerísimo factor que la obstaculiza es la familia. Estamos esposados a una familia, es lo único que no elegimos. Eso duele, claro, porque hoy todos tenemos el impulso adolescente de ser libres de reinventarnos cómo se nos ocurra y la familia nos plantea un obstáculo y una frustración.”




Sin embrago, para Franzen esta libertad es similar y diferente en su país natal, los Estados Unidos, donde la libertad es un emblema nacional tan poderoso como su bandera, y en el resto del mundo occidental: “Es parecido en todo Occidente pero sí creo que un francés o un alemán sienten que hay límites en su nacionalidad. Si algo caracteriza a los EE.UU. es la ausencia absoluta de un límite semejante, digamos, de lo “nacional”. Aquí uno puede ser lo que se le antoje. Los europeos, en cambio, han vivido muy cerca unos de otros por siglos y saben bien que uno no puede tener ni ser cualquier cosa que se le ocurra. Al final del día es inexorable que un francés se sienta… un francés. Esto no necesariamente es malo. Cuando miramos los estudios que miden la “felicidad relativa” en cada país, los EE.UU. ranquean muy bajo. Es un dato chocante en un país que promociona tanto la palabra libertad; es toda una refutación de que ésta nos hace felices.”



Una de las características de las novelas de Franzen es su interés por retratar el espíritu de la época contemporánea y su defensa de la novela como medio adecuado para presentarla, “la superioridad de la novela consiste en que permite descomponer una misma historia desde innumerables ángulos. Esto no es tan fácil de lograr en un cuento o en una película de una hora y media […]No creo que sea el único(medio) pero sí que sus desventajas son sólo aparentes. Lo que en principio representaría la desventaja absoluta de la novela para contener la época, es decir, que lleva un largo proceso escribirla –y el escritor vive preocupado porque el tiempo está corriendo y se adelanta mientras él sigue estancado estérilmente en resolver tal o cual detalle nimio, ¡llegará tarde con su obra!–, paradójicamente es su ventaja rotunda. En el aislamiento de la escritura, al dejar que sólo un rayo mínimo de actualidad entre en el encierro, se percibe mucho más que cuando uno anda por ahí afuera escribiendo blogs, twitteando y mirando TV todo el día. Aquellos que viven inmersos en el presente tienen mucha mayor dificultad para atender a lo que de verdad está pasando. La novela no sólo es de escritura lenta; también exige gran cantidad de tiempo del lector, eso da la oportunidad de tomar distancia de nuestra acosadora cultura del presente”.





No es muy positiva la visión que Jonathan Franzen tiene de las nuevas tecnologías y su influencia sobre el ser humano “Internet opera tan al minuto que no da tiempo a pensar. Nunca vi una obra de arte superior salida de Internet, sino piezas que son colaterales o derivadas de algo genial que se gestó fuera de la red. Nunca crea algo a partir de la nada, sino que crea a partir de pequeños retazos de un montón de cosas. Lo que no quiere decir que no emplee Internet. ¡Internet no fabrica nada! Es otra distracción, un mecanismo que fragmenta la vida de la gente y le impide concentrarse. A mí me preocupa cómo construir un libro que la derrote. Hoy tenemos el imperativo, como nunca, de crear historias atrapantes. La adhesión del lector ya no es automática; debemos encontrar procedimientos para recrear nuestro oficio obsoleto.”





Cuenta su leyenda que, en una habitación con las ventanas tapadas para evitar distracciones, fue donde escribió gran parte de Libertad, sin teléfono y sin Internet. Es bien conocida la resistencia de Franzen a los avances tecnológicos. ¿Tanto le molesta el progreso? “Teniendo en cuenta ese universo de enlaces de Twitter, herramienta sobrevalorada, que apuntan a textos que nadie ha leído ni piensa leer y fotos de gente desayunando y comunicándolo en 140 caracteres; teniendo en cuenta el océano de información defectuosa; considerando plagados de errores los artículos de la Wikipedia y que la crítica de los productos culturales ha muerto a manos de las reseñas de los consumidores, de las cuales un tercio o más son inventadas, me resulta imposible no colocarme en el coro de los críticos de Internet y de las redes sociales por su trivialidad, inexactitud y su estúpida retórica del progreso que acabará por hacer de este mundo un lugar maravilloso”.




Preguntado por los aspectos del ser humano que más le interesan bajo la vida actual y que ha intentado plasmar en sus novelas: "Que la infancia se haya abreviado tanto me intriga, por ejemplo. Hoy la adolescencia comienza a los 10 años y se prolonga casi hasta los 70 en términos de auto percepción significa tener cincuenta años y vivir inmerso en una cultura mayoritariamente fabricada para consumidores de 19 años, desde Internet y los videojuegos hasta las películas, etc. Esas son preguntas que me apasionan, son las que se hacen los escritores y seguirán siendo noticia en el futuro. E intento dar respuestas a estas cuestiones a través del estudio de mis personajes. Es muy difícil y lleva tiempo crear personajes complejos que, al mismo tiempo, sean queribles; esto siempre supone confrontar la vida fragmentada y hueca de nuestra cultura electrónica con un entretenimiento que les recuerde a los lectores la verdadera complejidad, la plenitud y las contradicciones de sus vidas. “



Es conocida la batalla dialéctica que tanto Franzen, como su difunto amigo David Foster Wallace mantenía en vida. Ambos se conocieron a finales de los ochenta, cuando aspiraban a cambiar la faz de la narrativa estadounidense. Wallace lo logró por la vía de la experimentación y el tormento. Franzen siempre jugó en el equipo del realismo (“histérico”, lo definió el crítico James Wood). En su marcador figuran tres novelas, unas memorias fragmentadas y un fenómeno cultural terminado tras aquel suicidio y llamado Libertad (Salamandra), un novelón de los de antes sobre asuntos de los de ahora. El libro se convirtió en un best sellermundial, colocó por primera vez en una década a un escritor en la portada de la revista Time e introdujo en la conversación colectiva cuestiones como la capacidad (o incapacidad) de un texto literario, lento y reflexivo por definición, para hablar de los problemas de la vertiginosa sociedad de la información.


La afición principal de Franzen es la observación de aves, una afición que asumió después de las correcciones. Su pasión por las aves se cuela también por los amplios ventanales del apartamento de Manhattan.




La observación de aves no es mucho en Moss Landing. Pero mientras la tarde avanza y los retiros de agua, una multitud de pequeñas aves llega a la fiesta en las aguas poco profundas-Franzen me pasa los prismáticos para poder admirar.
Pero ni siquiera Franzen puede observar aves todo el tiempo. "Hubo un par de años cuando pude disfrutar de una jornada de trabajo e ir a observar aves" él dice, "seguido por algunos años en los que me di cuenta de eso porque mi propósito en la tierra parece ser la de escribir novelas, soy realmente libre cuando estoy encadenado a un proyecto: libre de la culpa, la ansiedad, el aburrimiento, la ira, la falta de propósito "
Las aves se supone que es libre pero cuando Franzen mira, eso no es lo que ve. Las aves no son libres. Tienen trabajo que hacer - comer, reproducirse, volar, cantar - y lo hacen. No están paralizadas por la auto-conciencia o indecisión. Cuando Franzen ve a las aves,se ve a sí mismo en su mejor momento, que es en el trabajo, el trabajo miserable, en su oficina alquilada, tabaco de mascar, gritando hasta quedarse ronco. Las aves no se van de vacaciones, y tampoco él lo hace.
“Siempre pienso que algún día me hartaré de buscar pájaros, pero no acaba de llegar ese momento”, explica Franzen. “Lo más terrible de ser novelista en un mundo de veloces cambios es que no se puede reaccionar en la ficción a lo que pasa cada día, aunque aún creo que la novela como forma artística es insuperable para explicar lo que sucede en nuestro fuero interno. La no ficción se parece al avistamiento de pájaros: si esperas lo suficiente, entonces aparece la historia”.


Extractos obtenidos de la entrevista de la revista Time y del periódico el País.





Conclusiones sobre su personalidad:

  • Preocupado por la vertiginosa sociedad de la información.
  • Crítico de Internet y de las redes sociales por su trivialidad e inexactitud.
  • Obsesión por la conservación de las aves, compartida por un par de personajes de Libertad.
  • Personaje interesado en salvaguardar su intimidad.
  • Interesado en describir el paisaje social utilizando modelos como: las ansiedades contemporáneas sobre la clase social, la cuestión racial y la sexualidad.
  • Preocupado por retratar el espíritu de la época contemporánea y su defensa de la novela como medio adecuado para presentarla.

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